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Una presa para Bob Sonriente: Narración literaria

LordOcampo

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Esta aventura toma lugar en el Valle del Nentir. La versión original, Presa para Bob Sonriente, está disponible en esta misma página en español, y está diseñada para un grupo de cinco jugadores de nivel 1. En esta ocasión la he adaptado para un solo personaje de nivel 3, la paladín deva de mi esposa. Además de los eventos de la crónica de La torre fantasma de los marjales de la Luz Bruja, tomamos en cuenta acontecimientos que han tenido lugar en otras aventuras que he realizado en sesiones con el grupo de jugadores que está de campaña en el Valle: Saqueadores de Harken y La Cumbre del Rey del Invierno. Sin embargo, no es necesario conocer esas aventuras para disfrutar de esta narrativa.

ALERTA DE SPOILER
Si no has jugado esta aventura con tu grupo, la narrativa que sigue puede arruinarte la sorpresa.



Una Presa para Bob Sonriente
Aventurera: Kailani Argia, paladín deva.

Después de luchar con valor en la fortaleza del Rey del Invierno y derrotar al déspota, Kailani retornó a Fallcrest con el resto de sus compañeros. Durante la semana que siguió a su regreso, nuestra aventurera reportó sus hallazgos en la fortaleza del Rey del Invierno a Ressilmae Brilloestelar, el sumo sacerdote del templo de la Canción Lunar. El anciano eladrín se mostró perturbado por el hallazgo de una misteriosa carta de marfil entre los tesoros del tirano derrotado, y solicitó unos días para reflexionar al respecto, pues no era la primera vez que tenía conocimiento de una carta similar. Sin embargo, al día siguiente, convocó a Kailani al templo, y cuando estuvo con ella, le dijo que había recibido noticias preocupantes de la baronía de Harken, liberada poco más de un mes atrás por los actuales compañeros de la deva paladín, acción que les ganó el título de Defensores de Harken.

Las noticias hacían referencia a un problema doméstico en una aldea de pescadores halfling, pero Ressilmae confesó a Kailani que tenía buenas razones para sospechar que había una situación más grave gestándose tras las apariencias. Encomendó a la paladín que investigara a fondo, le entregó un caballo y la deva partió de inmediato hacia Harken, al sureste de Fallcrest.

El viaje le tomó apenas tres días y al amanecer del tercero desmontaba en Albridge, aldea donde los rebeldes contra el Círculo de Hierro, unificados por los Defensores, asestaron la primera derrota significativa a los ocupantes de la baronía. Kailani se sorprendió al ver un monumento en honor a sus compañeros en la aldea. Dejó su caballo en los establos y, tras una entrevista con el halfling Gerrad, anciano de Albridge, se enteró de que la situación tenía que ver con un oso que estaba atacando a los halflings del caserío Espumablanca, a cinco kilómetros al oeste de Albridge, en la ribera del Río Blanco. Gerrad no sabía si los halflings podrían ofrecer alguna recompensa por la ayuda, pero él podía prometer que Kailani tendría alojamiento y comida gratuitos en Albridge si resolvía el problema. Había soldados en Harken, pero la mayoría se encontraban en la frontera noreste de la baronía, repeliendo las incursiones de un grupo desconocido de atacantes.

La paladín se puso en marcha a pie, y bordeando el río, llegó al caserío Espumablanca, asentado en cinco colinas de diferentes tamaños, donde las lomas más pequeñas habían sido ahuecadas para edificar hogares sencillos. En un muelle en la orilla del río había varias canoas y botes de pesca, y aquí y allá, una treintena de halflings se dedicaban a sus tareas diarias. Impresionados por la apariencia marcial de la deva y el aspecto inusual de su raza, todos dejaron sus labores y se reunieron alrededor de ella. Parecían intimidados, pero Kailani los animó a hablar cuando preguntó por el problema con el oso.

La anciana del caserío tomó la palabra y explicó que durante años, los halflings vivieron en paz con el oso, al cual llamaban Bob Sonriente, debido a que cinco años atrás un aventurero halfling fue tras él después de que atacó el caserío y durante la pelea, asestó una grave herida en el lado derecho de la cara del oso, que le dejó una cicatriz de la boca a la oreja que daba la impresión de una sonrisa cruel. Desde entonces, Bob no se metía con el caserío. Sin embargo, durante la última semana, el oso atacó Espumablanca en dos ocasiones: tres días atrás se llevó a un niño halfling llamado Cardumen Feliz, y un día antes, a una joven cazadora llamada Punkin Rocalanzada.

Los otros niños halfling intentaban tocar la armadura y el cabello blanco de Kailani, mientras los adultos parecían estarse divirtiendo con los problemas que la deva, pese a su aspecto austero y el semblante inexpresivo favorecido por sus ojos blancos, pasaba con los mosquitos y las moscas que abundaban en el caserío. Otro, con aspecto de guardabosques, informó que Bob vivía en un viejo molino abandonado, en la cima de una colina a cuatro kilómetros al suroeste  de Espumablanca. Rogó a la paladín que matara al oso sólo si no había otra solución, pues ellos estaban acostumbrados a vivir en armonía con la naturaleza.

La anciana fue más pragmática y dijo que con el fin de garantizar la seguridad del caserío, la muerte del oso era un final tolerable, aunque no el preferido de la comunidad. Luego ofreció a Kailani cien piezas de oro que habían logrado reunir entre todos, pero ella las rechazó amablemente, argumentando que como paladín su vocación era proteger a las personas que así lo necesitaran. Agradecidos, los humildes pescadores le ofrecieron de comer, y tras disfrutar la hospitalidad del caserío durante un rato, se puso en marcha.

El rumbo hacia el molino la alejaba de la orilla del río. La deva, acostumbrada al tumulto de recuerdos de sus múltiples vidas pasadas, se deleitaba con el ambiente pacífico del bosque mientras caminaba, cuando de repente comprendió que la foresta estaba demasiado silenciosa. Hasta ella llegó el ruido que hacían varias criaturas más adelante en el camino, donde el sendero pasaba entre dos colinas escarpadas, pero cuando intentó acercarse sin ser descubierta, quedó frente a frente con seis goblins, divididos en dos grupos, que jugaban arrojándose piedras.

Los goblins, ataviados con armaduras de cuero y armados con arcos cortos, también exteriorizaron que la apariencia de la deva les resultaba imponente, aunque, sin saber que ella comprendía su idioma, intercambiaron entre ellos instrucciones para tomar posiciones ventajosas en su contra. Kailani, dotada de una alta perspicacia, captó de inmediato que las criaturas examinaban con codicia su armadura y  la espada Legado de Sareth, que fácilmente se anunciaban como mágicas. Divertida por la osadía de los goblins, dejó que durante un rato intentaran engañarla, pero cuando le pidieron dinero, alegó que no tenía más que lo que llevaba puesto, pero que sus compañeros, una docena de guerreros igual de formidables que ella, venían más atrás en el camino y podrían compartir sus posesiones con los goblins.

El argumento tuvo efecto inmediato en los tres goblins que estaban más alejados, que replicaron, en su idioma, que la aparición de esa guerrera era evidencia que el juego de Tarpoo había atraído la atención de las fuerzas militares de Harken, y que era hora de abandonar la baronía y volver a Dagaburgo. El que estaba más cerca de Kailani intentó convencerlos para que se quedaran, pero los tres renegados dieron media vuelta y se alejaron corriendo. Los que se quedaron soltaron un grito de guerra y atacaron.

No eran rivales para Kailani, quien fácilmente dejó inconscientes a los dos que tenía más próximos, y el último, que había escalado un risco lateral, huyó cuando miró a sus compinches derrotados. El llamado del paladín es a respetar la vida, por lo que prefirió sujetar uno en cada mano e interrogarlos. Aterrados, los goblins soltaron todo lo que sabían:

Quince días atrás, fueron enviados por el señor de la guerra de Dagaburgo, una belicosa ciudadela goblin en el extremo oeste del bosque de Harken, donde la espesura se aproximaba  a los marjales de la Luz Bruja, para investigar el estado de las defensas de Harken después de la ocupación del Círculo de Hierro. El plan de Delderosh, veterano hobgoblin que dirige a las fuerzas de Dagaburgo con astucia y disciplina, era establecer un puesto de avanzada en Harken que les permitiera expandirse hacia esa zona.

Tarpoo, cabecilla del grupo, era un explorador goblin que descubrió el molino de viento con su feroz ocupante. Tuvo la idea de disfrazar a sus compinches como halflings y hacerlos atacar al oso, para convencer a Bob de que los pescadores eran un peligro. Con superchería y violencia, llegó a controlarlo, pero en el proceso varios de sus secuaces fueron mutilados o asesinados por el oso. De ser alrededor de treinta en número, los goblins habían quedado reducidos a la mitad, lo cual les impedía atacar el caserío con seguridad.

Kailani se sintió asqueada por la travesura macabra del cabecilla, que incluso le había costado la vida a sus propios seguidores, e increpó de manera tan dura y convincente a sus prisioneros, que los goblins comprendieron que había una vida tranquila más allá del estilo duro y mortal de Dagaburgo. La deva los dejó caer y, mientras ella se alejaba, quedaron sentados en el suelo, considerando alejarse de Harken y Dagaburgo por igual y buscar un lugar donde pudieran vivir como cazadores.

La paladín, por su parte, llegó pronto a la colina del molino, y logró acercarse con suficiente sigilo para rodear la torre, en el interior de la cual resonaban estrepitosos ronquidos, que casi enmascaraban pasos ligeros y el tintineo de armas. Dedujo que los ronquidos eran del oso, pero al intentar asomarse por la puerta derruida del molino, tropezó y quedó expuesta a la vista de tres guerreros goblin de aspecto más experimentado que los que había ahuyentado en el sendero.

Uno de los goblins corrió hacia el oso e intentó despertarlo, pero Bob no le hizo caso. Los otros dos, armados con espadas cortas, rodearon a Kailani, con poco éxito, aunque uno de ellos logró asestarle una buena estocada. La paladín aceptó que la pelea era a muerte y dio cuenta de ambos guerreros, pero el tercero gritó y eso despertó a Bob, que indeciso, miraba un momento al feo goblin y otro a la semicelestial de piel, cabello y ojos blancos que estaba afuera del molino. Ella actuó con rapidez y le arrojó comida al oso, mientras que el goblin lo amenazó con la espada. En un abrir y cerrar de ojos, Bob saltó sobre el goblin y lo destrozó con sus garras.

Mientras Bob se comía al goblin, Kailani intentó ganarse la voluntad del poderoso animal. Notó que tenía varias heridas recientes, producto de los abusos de Tarpoo para que le obedeciera, y que estaba hambriento. Esto lo resolvió zampándose al goblin muerto, y las palabras y la energía sanadora de la deva lograron el resto: Bob comenzó a obedecerle de buena gana, mostrando una chispa de comprensión inusual en un animal de su especie.

Un sonido en el piso superior del molino atrajo la atención de Kailani, por lo que rogó a Bob que cuidara de la planta baja mientras ella investigaba. Arriba encontró huesos de un niño humanoide alrededor de un fogón improvisado y a una halfling atada, amordazada y con una venda en los ojos, golpeada y aterrorizada, que al verla preguntó si se trataba de un ángel. Responder que sí no era una mentira si se trata de un deva, y eso tranquilizó a la halfling, que se presentó como Punkin Rocalanzada. Entre lágrimas, contó que los huesos eran de Cardumen Feliz, el niño halfling que Bob secuestró días atrás, pero que los goblins se lo habían comido. Ella entendía el idioma de los atacantes, que hablando entre sí, dejaron claro que Bob solamente había arrastrado a sus víctimas hasta el molino, mas no había querido devorarlas. Cardumen ya estaba muerto cuando ella fue captura, y Tarpoo y sus maleantes se comieron partes de su cuerpo ante sus ojos. También les escuchó decir que el plan de Tarpoo era hacer que Bob llevara a los habitantes del caserío de uno en uno, hasta que pudieran tomarlo sin peligro.

El cabecilla había bajado al río horas antes, de pesca, alegando que a su regreso prepararía su famoso estofado de pescado y halfling. El río se encontraba a media hora de camino del molino.

Kailani pidió a Punkin que volviera a Espumablanca y explicara la situación a los halflings, porque ella se quedaría con Bob e intentaría acabar con los goblins. Si ella y el oso morían, al menos los pescadores estarían advertidos de la amenaza.  Sin embargo, Punkin se negó, alegando que deseaba ayudar a vengar a Cardumen, aunque eso significara ponerse en riesgo mortal. No era una guerrera, pero sí cazadora, y con un arco podría apoyar a Kailani durante la pelea si la paladín le indicaba dónde ubicarse. Animada por el apoyo, la deva le entregó uno de los arcos de los goblins y trazó su plan.

Mientras esperaban emboscados, revisó la estancia superior del molino y bajo un montón de ropas y pelucas de pésima calidad, encontró un cofre con el botín de Tarpoo, que tomó para sí. Luego ubicó a Punkin en lo alto de las escaleras, indicó a Bob que se hiciera el dormido en el lugar donde lo había encontrado, y se ocultó detrás de la torre del molino.

Al poco rato se escuchó un ruido desde el norte de la colina. Kailani espió por un lado y observó que cinco goblins volvían, todos con armadura de cuero, cuatro de ellos con espadas cortas y otro, el único con el que no bromeaban, con un arco corto y un carcaj de flechas a la espalda. Dos de los asesinos goblins cargaban un barril de madera, que se veía pesado.

El del arco notó de inmediato los cadáveres de los dos goblins en las afueras del molino, pues Kailani había olvidado ocultarlos, e indicó a sus cuatro matones que se preparan a pelear y revisaran el interior del lugar. Entre tanto, él se parapetó tras unas rocas.

Bob intentó hacerse el dormido, pero los goblins descubrieron el engaño. Cuando Kailani escuchó que avisaban a Tarpoo que el oso fingía, gritó la señal convenida con Punkin, que abrió fuego contra los goblins, a la vez que Bob cargaba contra ellos. Para quitar presión al oso, la deva salió a descubierto, y dos de los atacantes fueron hacia ella.

El oso mató pronto al goblin que intentaba subir hacia Punkin, pero al ver a Tarpoo, su resentimiento por el maltrato recibido lo llevó a atacar al cabecilla. Mientras tanto, los dos goblins flanqueaban a Kailani, que hubiera podido mantenerlos a raya sin problema si no hubiera sido por una certera flecha de Tarpoo, que no la hirió de gravedad pero la arrojó al suelo, donde recibió varias estocadas de los dos asesinos. Malherida, Kailani perdió el conocimiento. En el interior del molino, el otro goblin subió hasta Punkin, que se batió en retirada hasta que fue acorralada por el monstruo, que la acuchilló varias veces, dejándola por muerta.

Bob se encolerizó al ver caída a su benefactora y su ferocidad le hizo luchar con todo lo que tenía. Fue herido varias veces, su sangre formó un charco en la tierra, pero derribó a Tarpoo y le destrozó la cabeza con las zarpas. Sin embargo, todo parecía perdido: Kailani se debatía entre la vida y la muerte, y en cierto momento la pérdida de sangre estuvo a punto de matarla, pero su cuerpo malherido resistió, y en esos breves segundos, Bob, a punto de desmayarse por las heridas recibidas, acabó con los dos goblins. El último, al ver derrotados a sus compinches y a Tarpoo con el cráneo aplastado, se dio a la fuga.

Bob, pese a sus heridas, se acercó a Kailani y le lamió la cara para reanimarla. El toque del oso hizo reaccionar a la deva, que se incorporó y fue en busca de Punkin, pues consideraba su deber moral llevar el cuerpo a casa. Sin embargo, la halfling, con la tenacidad de su raza, resistía a duras penas, y la paladín pudo curarla. Aun así, los tres estaban maltrechos, y les tomó un buen tiempo caminar hasta Espumablanca. Kailani instruyó a Bob para que la esperara en las afueras, consciente que la presencia del oso asustaría a los pescadores, y al llegar al caserío los halflings la recibieron con júbilo. Los ancianos se llevaron a Punkin para curarla, mientras Kailani explicaba todo lo sucedido con Bob y los goblins.

Sus palabras fueron interrumpidas por sonido de los cascos de un caballo, que se aproximaban al caserío. Momentos después, vieron que llegaba a todo galope una mujer corpulenta, de rostro severo aunque no falto de gracia, ataviada con armadura completa pintada en negro y rojo, con un escudo pesado y un mangual colgando de la silla. La mujer desmontó mientras el caballo aún corría, y el animal se detuvo casi de inmediato cuando se sintió sin jinete.

Una vez más los halflings admiraron a una mujer con aspecto marcial impactante. Se encaminó hacia Kailani hasta estar frente a ella, y le preguntó sin rodeos si era la paladín enviada desde Fallcrest. Cuando la deva respondió positivamente, la mujer se presentó como Tyranda Falkon, capitana de los Azotes Rojos, el cuerpo de élite del barón Stockmer, señor de Harken, y se disculpó con los pescadores porque no habían podido estar con ellos para protegerlos, pero se habían visto obligados a luchar lejos del centro de la baronía con todas las fuerzas de las que disponían. Cuando Kailani le explicó el complot de los goblins, le preocupó que estuvieran involucrados los mercenarios goblin de Dagaburgo, y se comprometió a destacar un grupo de soldados para guardar Espumablanca.

Al ver las heridas de la deva y enterarse de que no había aceptado recompensa de los pescadores, Tyranda caminó hasta el caballo, desprendió su propio escudo de la silla y se lo obsequió a Kailani, como muestra de gratitud de todo Harken por haber protegido a sus más humildes hijos. Explicó que aunque ella no había nacido en la baronía, en el poco tiempo que llevaba allí desde que desertó del Círculo de Hierro había aprendido a amar el lugar y aceptarlo como su nuevo hogar, y por ello luchaba con todas sus fuerzas para protegerlo. Saludó militarmente a Kailani, sonrió a los halflings, montó y se alejó en dirección al molino.

Kailani, preocupada por Bob, también se despidió de Espumablanca y se puso en camino. El oso la acompañó hasta Albridge, y pensaba llevárselo de regreso a Fallcrest. Sin embargo, en la aldea la esperaba una elfa de rostro amable aunque endurecido por la vida. Se presentó como Eriyel, dirigente de los Cantores del Bosque, una comunidad de elfos guerreros en el bosque de Harken, y manifestó que necesitaba que Kailani llevara a Fallcrest una cara para los Defensores de Harken. Cuando la deva le dijo que los conocía, Eriyel le contó el contenido de la misiva, referente a unos caballeros eladrines que se aventuraron en el Valle del Nentir décadas atrás y de los que no se tenía noticias en su ciudad natal en el plano de las Tierras de las Hadas.

Mientras hacía su relato, Eriyel observaba a Bob, y cuando concluyó, preguntó a la deva qué planes tenía para el oso. Kailani respondió que había comprobado que el animal tenía habilidades para la lucha y era valiente y leal, y pensaba hacer de él su compañero de batalla. Sin embargo, Eriyel le dijo que, si bien era feroz en el combate, percibía en Bob el deseo de vivir en paz, y le ofreció cuidar de él en el bosque de Harken, donde estaría protegido por los exploradores y druidas de los Cantores. Muy a su pesar, la deva aceptó la verdad en las palabras de Eriyel, y tras un breve intercambio de muestras de afecto, inusuales en su raza, se despidió de Bob Sonriente, tomó la carta de Eriyel, montó su caballo y salió de Albridge sin mirar hacia atrás.

La existencia de un deva es de encuentros y despedidas constantes a lo largo de las vidas que experimentan en orden sucesivo, y los semicelestiales, con su esencia inmortal, aprenden a desprenderse. La cabalgata aclaró las ideas de Kailani y la devolvió al análisis de la envergadura del resultado de la misión: Ressilmae había estado en lo cierto, pues en verdad una fuerza peligrosa conspiraba y se agitaba tras el problema del caserío de pescadores.

Aún había mucho por hacer.
 
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