En tus sueños, aparece una cámara oscura iluminada por una fragua roja. Una figura robusta, de baja estatura, encapuchada, está fundiendo acero en la fragua… A su lado, entre las sombras que danzan a la luz roja de las llamas, hay otras figuras.
Hay una mujer de piel y pelo cobrizo, como muchas en Alphatia. Es alta, viste un vestido blanco muy sencillo y va descalza. Su rostro no es hermoso, solo ligeramente amable.
Hay un guerrero de enorme tamaño, barba y melena roja, increíble musculatura, vestido de acero y pieles, con varias capas de piel de oso. En su gran cinto dorado se adivina un gigantesco martillo de guerra.
Hay una figura delgada, alta y oscura que se camufla entre la sombra. En el sueño le acompaña una brisa con olor a bosque.
Y hay un tercer encapuchado del tamaño de un hombre alto, con una calavera blanca pintada en el pecho sobre sus ropas negras.
- ¿Qué hace éste aquí? ¿No es de los suyos? – vocifera el guerrero pelirrojo, señalando a Calavera.
- Yo lo traje –dice la mujer. – Tiene información importante. Y también sus intereses.
- Creo que todos vosotros lo habréis notado ya – dice Calavera. Su voz es rasposa y grave, no es humana. – La Entropía se concentra.
- Lo he notado en las aguas del Mar del Norte –dice el guerrero
- El Árbol Padre de los Shiye lo percibe en sus raíces –dice el alto oscuro.
- Los cimientos de las montañas de Alphatia se impregnan –dice el Herrero
- Algo marcha mal en el reino, y no sé lo que es, pero en la Isla de Alphaks se han encendido humos de mal augurio –ratifica la Dama. - ¿Quién está detrás?
- No solo Alphaks, como podéis imaginar –susurra Calavera. -Que yo sepa, están los tres grandes. El Señor de la Noche. La Dama del Hielo. El Rey de los Muertos. Y también algunos de los vuestros.
- ¿Qué quieres decir? –inquiere el guerrero.
- Quiere decir que también en las Cuatro Esferas hay quien teme a Alphatia y conspira contra ella – responde la Dama.
- Y eso nos afecta a todos, porque todos tenemos servidores en Alphatia –añade Calavera.
- ¡Ja! Yo no, y pase lo que pase, si despierta esa parte del mundo, saldré ganando- se mofa el guerrero rojo.
- No sabemos lo que pasará, pero esa parte del mundo va a despertarse, y creo que apreciarás tener servidores allí. No puedes dejar que la Reina del Hielo se te adelante. Hay grandes hazañas por cantar. Y quizá el Estafador, tu enemigo esté implicado –sugiere Calavera. – Propongo que una flota de tus servidores naveguen bajo el Sol Rojo, con nuestros paladines, hasta Alphatia.
- No se puede hacer así, llamará la atención –dice el Herrero. –Yo tomé muchas precauciones con esos paladines y ahora Noche y el Gigante Frío los acechan.
- Se puede hacer si dan un rodeo por la vieja patria – dice la Dama. –Lo podemos arreglar con discreción si dentro de 6 semanas están mar adentro.
- Han de llevar barcos y tripulaciones valientes de Antalia. Al menos 2.000 guerreros. No hay gloria por debajo de esas cifras –dice el Guerrero.
- Por el camino pueden conseguir más –dice la Dama.
- Los Guardianes del Sol Rojo protestarán cuando se enteren –afirma la sombra del bosque.
- ¡No distinguen un Antaliano de un pirata de Ostland! –bufa el Guerrero Rojo.
- Sospecho que ellos y nosotros estaremos muy ocupados cuando descubran la presunta infracción –añade Calavera. –Los olvidados que se alzan de nuevo: me encantará.
- En cualquier caso, el Imperio preparará un discreto cuerpo expedicionario… -dice la Dama.
- Y los Enanos acapararán comida –dice el Herrero.
- ¿Cómo orientaremos a nuestros paladines? –pregunta la sombra del bosque. –Bajo el Sol Rojo no hay comunión con las Esferas.
- Ya está hecho, ya lo saben. Decir más es peligroso. Seis semanas, barcos, 2.000 hombres… y que nadie los espere. Os gustará, ya veréis – dice Calavera, con una risa que no es humana.
Y despiertas cubierto de sudor frío.
Hay una mujer de piel y pelo cobrizo, como muchas en Alphatia. Es alta, viste un vestido blanco muy sencillo y va descalza. Su rostro no es hermoso, solo ligeramente amable.
Hay un guerrero de enorme tamaño, barba y melena roja, increíble musculatura, vestido de acero y pieles, con varias capas de piel de oso. En su gran cinto dorado se adivina un gigantesco martillo de guerra.
Hay una figura delgada, alta y oscura que se camufla entre la sombra. En el sueño le acompaña una brisa con olor a bosque.
Y hay un tercer encapuchado del tamaño de un hombre alto, con una calavera blanca pintada en el pecho sobre sus ropas negras.
- ¿Qué hace éste aquí? ¿No es de los suyos? – vocifera el guerrero pelirrojo, señalando a Calavera.
- Yo lo traje –dice la mujer. – Tiene información importante. Y también sus intereses.
- Creo que todos vosotros lo habréis notado ya – dice Calavera. Su voz es rasposa y grave, no es humana. – La Entropía se concentra.
- Lo he notado en las aguas del Mar del Norte –dice el guerrero
- El Árbol Padre de los Shiye lo percibe en sus raíces –dice el alto oscuro.
- Los cimientos de las montañas de Alphatia se impregnan –dice el Herrero
- Algo marcha mal en el reino, y no sé lo que es, pero en la Isla de Alphaks se han encendido humos de mal augurio –ratifica la Dama. - ¿Quién está detrás?
- No solo Alphaks, como podéis imaginar –susurra Calavera. -Que yo sepa, están los tres grandes. El Señor de la Noche. La Dama del Hielo. El Rey de los Muertos. Y también algunos de los vuestros.
- ¿Qué quieres decir? –inquiere el guerrero.
- Quiere decir que también en las Cuatro Esferas hay quien teme a Alphatia y conspira contra ella – responde la Dama.
- Y eso nos afecta a todos, porque todos tenemos servidores en Alphatia –añade Calavera.
- ¡Ja! Yo no, y pase lo que pase, si despierta esa parte del mundo, saldré ganando- se mofa el guerrero rojo.
- No sabemos lo que pasará, pero esa parte del mundo va a despertarse, y creo que apreciarás tener servidores allí. No puedes dejar que la Reina del Hielo se te adelante. Hay grandes hazañas por cantar. Y quizá el Estafador, tu enemigo esté implicado –sugiere Calavera. – Propongo que una flota de tus servidores naveguen bajo el Sol Rojo, con nuestros paladines, hasta Alphatia.
- No se puede hacer así, llamará la atención –dice el Herrero. –Yo tomé muchas precauciones con esos paladines y ahora Noche y el Gigante Frío los acechan.
- Se puede hacer si dan un rodeo por la vieja patria – dice la Dama. –Lo podemos arreglar con discreción si dentro de 6 semanas están mar adentro.
- Han de llevar barcos y tripulaciones valientes de Antalia. Al menos 2.000 guerreros. No hay gloria por debajo de esas cifras –dice el Guerrero.
- Por el camino pueden conseguir más –dice la Dama.
- Los Guardianes del Sol Rojo protestarán cuando se enteren –afirma la sombra del bosque.
- ¡No distinguen un Antaliano de un pirata de Ostland! –bufa el Guerrero Rojo.
- Sospecho que ellos y nosotros estaremos muy ocupados cuando descubran la presunta infracción –añade Calavera. –Los olvidados que se alzan de nuevo: me encantará.
- En cualquier caso, el Imperio preparará un discreto cuerpo expedicionario… -dice la Dama.
- Y los Enanos acapararán comida –dice el Herrero.
- ¿Cómo orientaremos a nuestros paladines? –pregunta la sombra del bosque. –Bajo el Sol Rojo no hay comunión con las Esferas.
- Ya está hecho, ya lo saben. Decir más es peligroso. Seis semanas, barcos, 2.000 hombres… y que nadie los espere. Os gustará, ya veréis – dice Calavera, con una risa que no es humana.
Y despiertas cubierto de sudor frío.