Lo que sucede, grawshack, referente a los nombres es que existen diferentes pautas a la hora de traducir que hacen que traducir "Henry" como "Enrique" no sea lo mismo que "The Mistbound Road" como "El Sendero Neblinoso".
Los nombres propios actuales ya no entrañan un significado en sí mismos, más allá de que lo hayan tenido en sus orígenes. Henry es una variante de un nombre originalmente alemán, nombre que a sus vez, en sus inicios, no significaba un nombre sino un sustantivo cualquiera. Esta evolución - desvirtuación dicen algunos - del nombre hace que su significado se pierda y cobre un significado diferente, en este caso ya no tiene significado por sí sino utilidad, que es la de identificar a un individuo. "Enrique" es una variante geográfica de Henry, una desvirtuación producida por años de diferente pronunciación, pero no es (en mi interpretación) en lo más mínimo una traducción ni equivalente del nombre inglés, porque estos nombres propios no encierran más significado dentro de ellos. Esto fue causa de largas discusiones con mis profesores de historia a lo largo de la secundaria, pero ese ya es otro tema... :biggrin:
Sin embargo, algo diferente ocurre en los entornos fantásticos. El escritor rara vez crea un nombre sólo "porque sí" o porque se lo quiso sacar del trasero. Los nombres de los personajes tienen más lazos con su entorno, su familia, su condición social (etc) que un nombre propio "moderno", y por lo tanto encierran un grado de significación mayor. No tendría sentido traducir el nombre de Bilbo al castellano porque su carga significativa está en la repetición fonética de la "b", pero su apellido Baggins sí nos dice algo de los hobbits y su entorno, por muy sutil e insignificante que pueda parecer a simple vista, y Bolsón sí contribuye a la imagen que nos formamos en nuestro subconsciente a lo largo de la lectura.
Regresando a un ejemplo inicial, dejar "Mistbound Road" como tal o hacer una traducción parcial a Sendero Mistbound es privar al lector que no posee conocimientos metatextuales (de más allá del texto, en este caso, conocimiento de inglés) de un trozo de información que bien puede resultar de gran importancia, es decir el que esté constantemente rodeado de neblina, pues por alguna razón fue este rasgo el que le dio su nombre y a nadie se le ocurrió llamarlo el "Camino de las Margaritas".
Claro que siempre hay excepciones y es verdad que a veces los escritores ponen nombres exóticos y raros a sus personajes y localidades sólo porque "suenan cool", y ahí no tiene sentido traducirlo, pero Neverwinter sí tiene una razón de llamarse así, y "Noyvern" no es sólo innecesariamente menos claro sobre el significado de lo que lo es su contra parte en inglés, sino que es un ejemplo adecuado de alguien que lo escogió porque "sonaba más cool" que Nuncainvierno.
En un libro, La Ciudad de los Libros Soñadores, los nombres de gran parte de los autores y personajes existentes son anagramas de autores célebres de la vida real, y en casi todos los idiomas a los que se tradujo, los anagramas cambiaron en concordancia para sonar más 'localizados' y no tan extraños a los ojos. En la versión original, el anagrama de William Sheakspeare es "Eseila Wimpershlaak", mientras que en la traducción inglesa, fue ligeramente modificado a "Aliesha Wimperslake". Dado que "William Sheakspeare" nunca cambia, la razón de dicha traducción me parece innecesaria, pero a muchos lectores anglosajones la multitud de nombres germanos puede causar confusión y cansancio. Por otro lado, cuántos fanáticos de la historia se enfurecieron cuando el nombre del protagonista, Hildegunst von Mythenmetz, fue traducido a conveniencia como Optimus Yarnspinner! La traducción española, por su parte, mantuvo el nombre del protagonista tal y como en el original, pero sí tradujo el de su 'padrino literario' Danzarote Tornasílabas, por la evidente carga significativa de su apellido.
Para terminar, voy a contradecirme totalmente diciendo que no hay reglas fijas para esto. Desde el punto de vista de un lector, depende qué valora más, si el conocimiento metatextual o la autenticidad del nombre original. A veces lo único que importa es qué nombre se cementó primero en la mente del lector.
Y... vaya que escribí mucho. Oops.